Con la pandemia de COVID-19 aún latente, trabajas desde casa cuatro veces por semana. Y una vez a la semana, te diriges a la oficina para centrarte en tus proyectos, asegurándote de que no haya distracciones de los niños en casa. Este horario te funciona bien y, a veces, ese día en la oficina no termina hasta bien entrada la noche.
Con poca gente en el edificio y sus alrededores, te sientes seguro. Pero, una noche, todo cambia. Mientras camina hacia su coche en la rampa de aparcamiento del edificio, es abordado por dos individuos. Te ponen una pistola en la cara, te golpean, te dan patadas y te pegan con una pistola, robándote la cartera, el móvil, las llaves y el coche. Estás ensangrentado y aturdido en el suelo de cemento de la rampa. ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Dónde estaba la ayuda? La responsabilidad del local entra en juego en tus lesiones personales.
La negligencia fue la causa de este violento ataque que le ha dejado graves lesiones, una larga recuperación, la incapacidad para trabajar durante varias semanas y facturas médicas desorbitadas. ¿Bajó la guardia? No. Debería haber tenido garantías de seguridad en este entorno.
No fue culpa suya. La culpa es de los propietarios o arrendadores. Un personal de seguridad vigilante habría previsto un ataque de este tipo y se habría preparado para ello.
Ataques violentos pueden producirse en cualquier propiedad o lugar privado o público, ya sea fuera o dentro de un establecimiento. Entre los motivos de este tipo de delitos y agresiones en propiedades se encuentran:
Los propietarios y arrendadores tienen la responsabilidad de garantizar un lugar seguro para las personas que visitan o frecuentan sus instalaciones. La aplicación de medidas de seguridad sólidas disuade de posibles delitos. El público no debe pagar por sus descuidos.